En el principio Dios habló y creó al mundo. De esta manera encontramos que hay poder e importancia en la comunicación verbal.
Hablando de los hijos,
Todas las personas tenemos acceso al poder de hablar, cuando usamos palabras de bendición.
Bendecir es decir bien, hablar bien y lo mejor sería que comenzáramos a bendecir a nuestros hijos desde el primer día de nacidos y durante su vida.
En muchas familias, es muy común usar los apodos en vez de los nombres propios, sin embargo creo que todos hemos conocido a niños que sus mismos padres los presentan como el "travieso", "el gordo" "pocas pulgas", "el pilón", etc; ignorando como desde chicos, pueden vivir de acuerdo a sus sobrenombre negativos.
Por ejemplo, cuando una mamá delante de su hijo dice: "Juanito es el más chiquito y el más travieso de la familia", el niño inmediatamente empieza a hacer travesuras, demostrando el por qué de su apodo.
Otros papás podemos decir que no hace falta hablarles palabras de amor, argumentando que "ellos lo saben", ignoramos que nuestro silencio les comunica algo muy diferente al amor y la aceptación.
Hagámonos la siguiente pregunta:
¿Amamos a nuestros hijos por lo que son o por lo que hacen?
¿Sabemos cuáles son sus sueños?
¿Qué clase de muchacho@ le atrae más y por qué?
¿Cuál es el mejor y peor momento que tienen en su escuela?
No importa que demos dos pasos hacia atrás, pero asegurémonos de que con las acciones pasadas y presentes estemos creando un futuro glorioso para nuestros hijos.
20 minutos de lectura: La Bendición
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